sábado, 20 de enero de 2018

Estado Policiaco Global... el nuevo Fascismo del Siglo XXI

 Foto: MIKELEDRAY / SHUTTERSTOCK.

Estado policiaco global


Un Estado policiaco global está surgiendo en tanto el capitalismo mundial se hunde en una crisis sin precedente, dada su magnitud, su alcance global, el grado de la degradación ecológica y del deterioro social, y la enorme escala de los medios de violencia que se despliegan alrededor del mundo.
Estado policiaco global se refiere a tres dimensiones entrelazadas. Primero, se refiere a la existencia de sistemas cada vez más ubicuos delcontrol social de masas, de represión y de guerra, promovidos por los grupos gobernantes para contener la rebelión real o potencial de la clase obrera global y la humanidad superflua.
Segundo, se refiere a la cada vez mayor dependencia de la economía global del desarrollo y del despliegue de estos sistemas de guerra, control social y represión simplemente como medio para sacar ganancia y seguir acumulando capital frente al estancamiento – lo que denomino la acumulación militarizada, o al acumulación por represión.
Y tercero, se refiere a la emergencia de sistemas políticos que cada vez más se aproximan a lo que podemos caracterizar como el fascismo del siglo XXI, o en el sentido más amplio, al totalitarismo.
El impulso hacia un Estado policiaco global responde a nivel estructural al Talón de Aquiles del capitalismo: la sobre-acumulación. La economía global produce creciente niveles de riqueza que la masa de los trabajadores no puede consumir, dado a la aguda polarización de los ingresos mundiales. 
Crece la brecha entre lo que se produce y lo que el mercado puede absorber. Si los capitalistas no pueden vender (o “descargar”) los productos de sus plantaciones, sus fábricas y oficinas, no pueden hacer ganancias. 
El resultado es crisis en estancamiento, recesiones, depresiones, conmociones sociales y guerra.
La globalización ha tenido el efecto de agravar enormemente la sobreacumulación. El nivel de polarización social y desigualdad global es sin precedente. El uno por ciento de la humanidad más rica controló más de la mitad de la riqueza del mundo en 2016 y el 20 por ciento controló el 94.5 por ciento, mientras el restante 80 por ciento tuvo que conformarse con apenas el 5,5 por ciento, de acuerdo con la agencia de desarrollo Oxfam.
Esta extrema concentración de la riqueza significa que la clase capitalista transnacional no puede encontrar salidas productivas para descargar las enormes cantidades de excedente que ha acumulado. La gran recesión de 2008 –la peor crisis desde los años 1930– marcó el arranque de una profunda crisis estructural de sobreacumulación.
En la medida que el capital se va acumulando sin posibilidades para descargar el excedente de manera rentable, los grupos capitalistas presionan a los Estados para crear nuevas oportunidades de sacar ganancias. 
Ya para principios del siglo XXI, la clase capitalista transnacional se volcó sobre todo hacia la especulación financiera junto con la acumulación militarizada organizada por Estado para sostener la acumulación global frente a la sobreacumulación.
La secuencia de olas especulativas en el “casino global” desde los años 1980 ha incluido: inversión en el emergente mercado global inmobiliario que resultó en la inflación del valor de los bienes y raíces en una localidad tras otra; varios ciclos de auges y descalabros del mercado accionario; el enorme aumento de los flujos de fondos de cobertura (conocidos como “hedge funds” en inglés), de especulación en monedas, y de toda clase de derivado, desde los permutas de deuda, los mercados de futuros, obligaciones de deuda colateralizada, esquemas de pirámide, y esquemas Ponzi.
Cada vez que se agota la inversión especulativa en un sector, la clase capitalista transnacional simplemente se vuelca hacia otro sector para descargar el excedente. 
Las salidas más recientes han sido el sobrevalorado sector de alta tecnología y las monedas encriptadas como bitcoin. 
La inversión en el sector tecnológico subió de apenas 17 mil millones de dólares en los años 1970, a 175 mil millones en 1990, 496 mil millones en 2000, y luego alcanzó los 674 mil millones en 2017. 
Asimismo, Bitcoin subió de menos de un dólar en 2010, a 13 para finales de 2012, y luego a 1000 para principios de 2017, solo para disparar vertiginosamente a lo largo de 2017, alcanzando 17.900 en diciembre del año pasado, valor que no guarda relación alguna con la economía real.
La brecha entre la economía productiva (o sea, lo que los medios de comunicación califican como la “economía real”) y el capital ficticio (es decir, el dinero arrojado a la circulación sin base en mercancías o en la actividad productiva), ha llegado a niveles alucinantes. 
Por ejemplo, el producto bruto mundial – el valor total de los bienes y servicios producidos en el mundo – era de 75 billones de dólares en 2015. 
Mientras tanto, en ese mismo año, solamente la especulación en monedas giró alrededor de 5.3 billones diarios en ese mismo año, y el mercado global de derivados fue estimado en unos increíbles 1.2 trillones.
Pero esta especulación financiera es una solución temporal. 
No puede resolver el problema estructural de la sobreacumulación a largo plazo mientras el traslado de la riqueza de los trabajadores a la clase capitalista transnacional contrae cada vez más el mercado. 
La especulación financiera tiene sus límites como solución, pero no así la acumulación militarizada.
Digitalización y acumulación militarizada  
Independientemente de estas consideraciones políticas, la clase capitalista transnacional ha adquirido un mayor interés en la guerra, los conflictos, y la represión como medios de acumulación. 
En la medida que la guerra y la represión Estatal se privatiza, los intereses de un amplio gama de grupos capitalistas convergen alrededor de un clima político, social, e ideológico conductivo a la generación y el mantenimiento de los conflictos sociales – tal como en el Medio Oriente– y hacia una expansión de los sistemas de guerra, represión, vigilancia Estatal y privado, y el control social.
Las llamadas guerras contra las drogas y el terrorismo, las no declaradas contra los inmigrantes, los refugiados y las pandillas (y más generalmente, hacia los jóvenes pobres de la clase obrera), la construcción de los muros fronterizos, centros de detención de los inmigrantes, complejos de encarcelamiento, sistemas de vigilancia de masas, y la extensión de las empresas de seguridad privada y de mercenarios – todos se convierte en mayores fuentes de generación de ganancias.
Un rápido vistazo a los titulares de los medios norteamericanos en los primeros meses del gobierno de Trump ilustra la acumulación militarizada. 
El día después del triunfo electoral de Trump, el precio de las acciones de Corrections Corporation of América –la empresa con fines de lucro privado más grande en Estados Unidos para la detención de los inmigrantes no documentados– disparó en un 60 por ciento dada la promesa de Trump de deportar millones de inmigrantes. 
Otra empresa con fines de lucro privado que el Estado norteamericano subcontrata para administrar centros de detención y vuelos chárter para deportar a los inmigrantes, Geo Group, experimentó un incremento del 300 por ciento en el precio de sus acciones en los primeros meses de la administración Trump.
Los ataques del 11 de septiembre de 2001 marcaron un giro importante en la construcción de un Estado policiaco global. 
El Estado norteamericano aprovechó de dichos ataques para militarizar la economía global mientras otros alrededor del mundo aprobaron leyes “anti-terroristas” draconianas a la vez que los gastos militares se dispararon. 
El presupuesto del Pentágono se incrementó en un 91 por ciento en términos reales entre 1998 y 2011, mientras entre la década de 2001-2010, las ganancias de la industria militar casi se cuadruplicaron. 
A nivel mundial, los gastos militares totales crecieron en un 50 por ciento entre 2006 y 2015, desde 1.4 billones a 2.03 billones.
Crucial al Estado policiaco global es el desarrollo de las nuevas tecnologías relacionadas con la digitalización y con lo que se refiere a la cuarta revolución industrial. 
El sector de la alta tecnología ahora está a la vanguardia de la globalización capitalista e impulsando la digitalización de la economía global en su conjunto. 
La tecnología de la computarización y la informática nos ha llevado a la antesala de esta “cuarta” revolución, basada ahora en la robótica, la impresión tridimensional, la inteligencia artificial, el aprendizaje automático, el internet de las cosas, la computación cuántica y en nube, nuevos mecanismos de almacenamiento de energía y los vehículos autónomos.
Esta digitalización está revolucionando la guerra y las modalidades de acumulación militarizada organizada por el Estado, incluyendo la aplicación militar de las nuevas tecnologías y una mayor fusión de la acumulación privada con la militarización estatal. 
Los nuevos sistemas de guerra y de represión hechos posibles por una digitalización más avanzada incluyen armamento automático impulsado por la inteligencia artificial, tales como los vehículos no tripulados de ataque y transporte, los soldados robot, una nueva generación de aviones no tripulados, fusiles microondas que inmovilizan, ataque cibernética y guerra informática, identificación biométrica, extracción estatal de datos, y la vigilancia electrónica global que permite el rastreo y control de cada movimiento.
Por tanto, la digitalización hace posible la creación de un Estado policiaco global. Los grupos dominantes aplican las nuevas tecnologías del control social de masas frente a la resistencia de la población precaria y los marginados. 
La función dual de la acumulación y del control social se juegan en la militarización de la sociedad civil y en el cruce entre la aplicación militar y la aplicación civil de los armamentos avanzados y en los sistemas de monitoreo, rastreo, seguridad y vigilancia.
Las zonas verdes 
La profunda reconfiguración del espacio facilitado por la digitalización se refleja en la extensión global de las llamadas zonas verdes. “Zona verde” se refiere al área casi impenetrable que las fuerzas norteamericanas de ocupación establecieron en el centro de Bagdad a raíz de la invasión de Iraq en 2003. 
La zona verde proporcionó al centro de mando norteamericano y la elite Iraquí ubicados al interior de la zona con un cordón donde se mantuvieron inmunes a la violencia y el caos que envolvieron el país.
Ahora surgen nuevas zonas verdes en las áreas urbanas alrededor del mundo. Esta zonificación abarca el aburguesamiento (gentrificación), las comunidades cerradas, los sistemas de vigilancia y la violencia privada y estatal. 
Al interior de las zonas verdes, las elites y las capas medias y profesionales privilegiadas se valen de los servicios sociales privatizados, el consumo y el entretenimiento exclusivo. 
Pueden trabajar y comunicarse por el internet y satélite clausurados bajo la protección de ejércitos de soldados, policía y fuerzas de seguridad privada.
Entre las zonas verdes y la guerra abierta, se encuentran los complejos encarcelamiento-industrial, los sistemas del control de los inmigrantes y refugiados, la criminalización de las comunidades marginadas, las campañas de limpieza social de los pobres, y la escolarización capitalista. 
En particular, los aparatos mediáticos y culturales de la economía corporativa persiguen colonizar la conciencia y socavar la capacidad de pensar críticamente fuera de la lógica del sistema dominante. 
Surge una cultura neofascista mediante el militarismo, la misoginia, la extrema masculinización, y el racismo.
El recrudecimiento de la crisis estructural resultará en una mayor fusión de la economía digital con el Estado policiaco global. La nueva tecnología seguramente engrosará las filas de la humanidad superflua y también impondrá una mayor presión competitiva sobre la clase capitalista transnacional y por ende, su necesidad de imponer formas más opresivas y autoritarias de disciplina laboral.
Estado policiaco global y fascismo del siglo XXI 
El trumpismo en Estados Unidos, el Brexit en el Reino Unido, y la proliferación de partidos y movimientos neofascistas y autoritarios en Europa y alrededor del mundo, representan una respuesta ultraderechista a la crisis del capitalismo global. 
Los proyectos del fascismo del siglo XXI buscan organizar una base de masas entre los sectores históricamente privilegiados de la clase obrera global, tales como los obreros blancos en el Norte y las capas medias en el Global, quienes ahora experimentan una mayor inseguridad e inestabilidad en sus condiciones laborales y de vida.
Al igual que su predecesor del siglo XX, este proyecto gira alrededor del mecanismo sico-social del desplazamiento del temor y ansiedad de las masas en momentos de agudas crisis capitalistas hacia las comunidades designadas como chivos expiatorios, tales como los trabajadores inmigrantes, los musulmanes, y los refugiados en Estados Unidos y Europa. 
Las fuerzas ultraderechistas efectúan este mecanismo mediante un discurso de xenofobia, ideologías desconcertantes que abarcan la supremacía racial/cultural, un pasado mítico e idealizado, el milenarismo, y una cultura militarista y masculinista que normaliza y hasta glorifica la guerra, la violencia social, y la dominación.
En este sentido, la ideología del fascismo del siglo XXI descansa sobre la irracionalidad – la promesa de restaurar la seguridad y la estabilidad no es racional sino emotiva-. El discurso público del régimen de Trump del populismo y nacionalismo, por ejemplo, no guarda ninguna relación a sus verdaderas políticas.
En su primero año, el trumpismo abarcó la desregulación –el virtual aplastamiento del Estado regulatorio– un mayor recorte del gasto social, las privatizaciones, la reforma impositiva a favor de los ricos y el capital y explícitamente en contra de los pobres y la clase obrera, y una expansión del subsidio estatal al capital: en resumidas cuentas, el neoliberalismo en esteroides.
En Estados Unidos, los movimientos neofascistas han experimentado una rápida expansión desde el viraje del siglo en la sociedad civil, y también en el sistema político mediante el ala derecha del Partido Republicano. 
Trump demostró ser la figura carismática capaz de galvanizar y envalentonar las diversas fuerzas neofascistas, desde los supremacistas blancos, los nacionalistas blancos, las milicias privadas, los neonazis y Ku Klux Klan, los llamados “Guardianes del juramento” (conformado por exmilitares y policías de la derecha), el Movimiento Patriótico, los fundamentalistas cristianos y los grupos de vigilancia antiinmigrantes.
Alentado por la fanfarronea imperial de Trump, su retórica populista y nacionalista, y su discurso abiertamente racista, estos grupos han comenzado un proceso de polinización cruzada en un grado sin precedente en las últimas décadas, y han logrado tener una presencia en la Casa Blanca de Trump, y en los gobiernos estatales y locales alrededor del país. Muchas de estas organizaciones han establecido unidades paramilitares en un proceso que a menudo entraña una cierta colaboración con las agencias represivas del Estado.
El fascismo del siglo XXI y Estado policiaco global entraña una triangulación entre: las fuerzas ultraderechistas, autoritarias y neofascistas en la sociedad civil, el poder político reaccionario en el Estado y el capital corporativo transnacional. 
Respecto a este último, las fracciones de capital más propensas a un fascismo del siglo XXI parecen ser el capital financiero especulativo, el complejo militar-industrial-seguridad, y las industrias extractivistas –estas tres, a cambio, entrelazadas con el capital de alta-tecnología/digital-.
Los complejos extractivistas y energéticos deben desalojar a las comunidades para poder apropiarse de sus recursos, lo que les hace propensos a los arreglos represivos y hasta neofascistas. 
La acumulación de capital en el complejo militar-industrial-seguridad depende de la guerra sin fin y de los sistemas de represión. Y la acumulación financiera requiere de cada vez mayor austeridad, lo que es muy difícil, sino imposible, de imponer mediante los mecanismos consensuales.
Hemos de recordar que el trumpismo y las demás respuestas ultraderechistas y neofascistas a la crisis surgen a lo largo del mundo reactivamente a la rebelión de las clases trabajadoras y populares. 
Una rebelión global en contra de la clase capitalista transnacional se ha extendido a lo largo del mundo desde la gran recesión de 2008. 
Quizás la tarea más urgente en estos momentos es la organización de un frente unido contra el fascismo y la guerra global. 
Será improbable que la elite transnacional en su mayor parte se oponga a un fascismo del siglo XXI en el poder político si es que los de abajo lleguen a amenazar el control desde arriba.
Sin embargo, las elites con mayor sensatez buscarán proyectos reformistas –hasta reformas radicales– en aras de rescatar el sistema de sí mismo. 
Hemos de respaldar dichos proyectos reformistas en la medida que atenúan las peores depredaciones del capitalismo global y que nos sacan del umbral de la guerra y el fascismo. 
La clase obrera global necesita amplias alianzas, incluyendo con los elementos reformistas de la elite transnacional.
Pero la reforma del capitalismo históricamente se ha logrado menos por la ilustración de las elites sino por las luchas de masas desde abajo que obligan a las elites a reformar. 
La mejor manera de lograr una reforma del capitalismo global es luchar en su contra. Si fracasa el reformismo desde arriba y si la Izquierda no logra tomar la iniciativa, podría quedarse abierto el camino para un fascismo del siglo XXI fundamentado en un Estado policiaco global.
(Tomado de Rebelión)

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Si nos han de robar, 
que sean otros y no los mismos de siempre

Si como votantes, no nos escuchan
como consumidores, lo harán
boicoetemos sus empresas.
Llevamos las de ganar. 

Como acabar con la ESTAFA de las ELÉCTRICAS... de una puta vez pasando de los Vendepatrias del Bipartidismo

Ante el robo continuo y escandaloso por parte de las eléctricas y sus abusos en el recibo de la luz
propongo... 
actuar todos unidos como consumidores
contratando TODOS 
o en su defecto una gran mayoría,
  otra compañia eléctrica que no sea ninguna de estas dos (ENDESA - IBERDROLA) y cambiarnos a otra cualquiera de las muchas ofertas que existen hoy en día.

De tal forma que no les quede otra a las grandes que plegarse a nuestras demandas de una tarifa más justa y mucho más barata
o atenerse a las consecuencias 
de seguir con su estafa.

En nuestra mano está que siga este robo o cortar por lo sano para que no nos sigan mangoneando

ARMAK de ODELOT

Canción del Indignado Global

(solo pá Mentes preclaras 

libres de Polvo y Cargas)

Si me han de matar que sea,
 un Trump que de frente va

  no un Obama traicionero, 

que me venga por detrás.


Éstos del bipartidismo, 

a nadie ya se la dan

Tanto monta, monta tanto,

ser sociata o liberal.


Que harto me tienen sus cuentos, 

de crisis y guerras sin más

Cuando no hay bandera que tape, 

la ansia de un criminal.


Daños colaterales son, 

inocentes masacrar

si lo hiciéramos con ellos, 

no habría ni una guerra más.


Por eso pasa que pasa, 

que nadie se alista ya

a no ser que la CIA pague,
 
como al ISIS del MOSAD


A mí, que nunca me busquen, 

ni me llamen pá luchar.

Que yo no mato por nadie. 

Yo mato por no matar.


La paz de los cementerios 

es la paz del capital

Si soy rojo es porque quiero, 

en vida, vivir en paz.


Hoy tan solo mata el hambre, 

del rico por tener más 

Con el cómplice silencio, 

de toítos los demás.


Que preferimos taparnos, 

los ojos pá no pensar

O mirar pá otro lado, 

pensando que el mal se irá.


Creer que lo que a otro pasa, 

no nos tiene que importar.

Cá palo aguante su vela, 

repetimos sin cesar.


Éste es el mantra egoísta 

que rula por la sociedad

como si lo que le pase a otro, 

no te pueda a tí pasar


Más todo, cuán boomerang vuelve, 

al sitio de donde partió

y tal vez ocupes mañana, 

el sitio que otro dejó.


Mil pobres ceban a un rico, 

otros mil le dan jornal,

y otros cuantos dan su vida 

porque todo siga igual. 


Que no me coman la oreja, 

que no me creo ya ná

de sus guerras, sus estafas, 

ni su calentamiento global


Tan solo vuestras mentiras, 

esconden una verdad

que unos pocos están arriba 

y abajo tós los demás.


Da igual que seas ateo, 

cristiano o musulmán.

Solo los elegidos, 

el paraíso verán.


Hay medios alternativos, 

amarillos muchos más.

Unos más rojos que otros. 

Los menos, de radikal.


Más todos tienen su cosa, 

y a todos hay que hojear

Que comparando se tiene 

opinión más general.


Qué de tó aprende uno. 

Nadie tiene la verdad.

Ser más papista que el Papa, 

no es garantía de ná.


Solo creo en lo que veo, 

díjome santo Tomás, 

que el que a ciegas se conduce, 

no para de tropezar.


Y al enemigo, ni agua, 

ni nunca contemporizar

No dudes, tarde o temprano, 

siempre te la jugará.


No hay que seguir a nadie 

y a todos hay que escuchar.

Si tu conciencia te guía, 

de nada te arrepentirás.


Dá gusto ver a los ricos, 

pegarse por serlo más

mientras en eso se hallen, 

quizás nos dejen en paz.


Si te crees o no sus mentiras, 

a ellos les dá igual.

Con tomarlas por veraces, 

les basta para actuar. 


Que no me cuenten más cuentos, 

que tós me los sé yo ya.

Se demoniza a cualquiera

que no se deje robar.



No basta con ser un santo, 

sino ser de"su santoral"

Como la cojan contigo, 

no te valdrá ni el rezar.


Pensamiento único llaman. 

Anteojeras pá no pensar

más que en la zanahoria. 

El palo irá por detrás.


Si no crees en lo dictado, 

anti-sistema serás

Y por mucho bien que hagas, 

te van a demonizar.


Que no me coman la oreja, 

que a mí, no me la dan.

Que me sé todos sus cuentos 

y también, cada final.


Si de cañon, quieren carne, 

pál matadero llevar

que busquen a otro tonto, 

que este tonto no va más



No se ha visto en tóa la historia, 

otra estafa sin igual.

Que la madre tóas las crisis, 

que creó el capital


Y cuando tan ricamente, 

uno estaba en su sofá

Relajado y a cubierto, 

de inclemencias y demás,


te cortan sin previo aviso

el grifo de tu maná. 


Y te dejan sin tus sueños,
 
sin trabajo y sin hogar


y pá colmo y regodeo 

de propios y extraños, van

y te dicen como aviso

que al rojo no hay que escuchar


que son peores que el lobo,

del cuento y mucho más

y que si vas y los votas

toíto te lo robarán.



Si como votantes, no nos escuchan

como consumidores lo harán.

Boicoetemos sus empresas

Llevamos las de ganar. 


Si no queda más remedio

que dejarnos de robar

que sea otro y no el de siempre

tal vez así, aprenderá


No hay pan pá tanto chorizo,

dicen, cuando lo que sobra es pan.

Lo que no hay es un par de huevos
 
pá que no nos choriceen más.


Resultado de imagen de eladio fernandez refugiados suecia

Ellos tienen de tó

los demás, cuasi-de-ná

mas ellos son cuatro mierdas

y nosotros sémos más.


La próxima revolución 

contra las corporaciones será

y si ésta no se gana 

no habrá ninguna ya más.

Quien sepa entender que entienda

lo que digo es pá mascar

despacio y con buena conciencia.

Mi tiempo no dá... pá más


Armak de Odelot


Dicen: 

No será televisada, 

la próxima revolución.

Más como nadie se fía 

de lo que se nos dice hoy en día,

pasamos los días enteros, 

tumbados en el sofá

delante la caja tonta,

 por no perder el momento
del pase de la procesión 
que tós llevamos por dentro