lunes, 27 de marzo de 2017

Colombia - Ucrania - Oriente Medio - La Paz que ofrece el Imperio es la Paz de los Cementerios

Accords

Colombia, Oriente Próximo y Ucrania: 

¿Acuerdos de paz o rendición política?

Introducción
Hace unos treinta años, un sagaz campesino colombiano me dijo: “Cuando oigo hablar de `acuerdos de paz´, escucho al gobierno afilar sus cuchillos”.

Últimamente se ha hablado mucho de acuerdos de paz en todo el mundo. En casi todas las regiones o países que sufren una guerra o una invasión se ha mencionado la posibilidad de negociar “acuerdos de paz”. 

En muchos casos, estos llegaron a firmarse y todavía no han logrado acabar con los asesinatos y el caos provocados por la parte beligerante apoyada por Estados Unidos.

Vamos a repasar brevemente algunas de estas negociaciones del pasado y del presente para comprender las dinámicas de los “procesos de paz” y los resultados subsecuentes.

El proceso de paz

Actualmente están en marcha diversas negociaciones supuestamente diseñadas para lograr acuerdos de paz. 

Entre ellas podemos citar: 

las discusiones en Ucrania entre la junta, con sede en Kiev y respaldada por la OTAN y EE.UU., y la dirigencia de la región de Donbas, situada al este del país, opuesta al golpe y a la OTAN; 

en Siria, entre la coalición saudí-EE.UU.-OTAN-terroristas armados y el gobierno sirio y sus aliados rusos, iraníes y de Hezbolá; 

en Palestina, entre el régimen colonial israelí respaldado por EE.UU. y las fuerzas por la independencia palestina en Cisjordania y la Franja de Gaza; 

y, en Colombia, entre el régimen del presidente Santos apoyado por EE.UU. y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

Hay otras negociaciones de paz en marcha que no han recibido atención pública.
Resultados de acuerdos de paz del pasado y del presente

A lo largo del pasado cuarto de siglo se firmaron diversos acuerdos de paz, todos los cuales llevaron a la rendición tácita de los protagonistas antiimperialistas armados y de los movimientos populares de masas.

En América Central, los acuerdos firmados en El Salvador y en Guatemala condujeron al desarme unilateral del movimiento de resistencia, la consolidación del control de la economía por la oligarquía y el crecimiento y proliferación sin trabas de bandas de narcotráfico y escuadrones de la muerte auspiciados por el gobierno. 

A consecuencia de ello se produjo una escalada del terror interno. Los líderes de la resistencia consiguieron votos, entraron en el parlamento como políticos y, en el caso de El Salvador, ocuparon altos cargos. 

Las desigualdades se mantuvieron o empeoraron al igual que los asesinatos, que llegaron incluso a superar las cifras del periodo previo al acuerdo de paz. 

Un gran número de emigrantes, con frecuencia refugiados que huían de la violencia de las bandas armadas, entraron ilegalmente en EE.UU. Este país consolidó sus bases y sus operaciones militares en América Central, mientras la población seguía sufriendo.

Las negociaciones de paz israelí-palestinas no produjeron ningún acuerdo, pero sirvieron para proporcionar una ligera tapadera al aumento de la anexión de tierras palestinas para construir enclaves racistas “solo para judíos”, provocando asentamientos ilegales a más de medio millón de colonos judíos. 

Estados Unidos respaldó por completo la farsa del proceso de paz, financiando a los líderes-vasallos corruptos palestinos y proporcionando apoyo diplomático, militar y político incondicional a Israel.

Estados Unidos-Unión Soviética: El acuerdo de paz

Se suponía que los “acuerdos de paz” entre Reagan-Bush y Gorbachov acabarían con la Guerra Fría y lograrían la paz global. 

Pero, en lugar de ello, Estados Unidos y la Unión Europea (UE) establecieron bases militares y regímenes clientelares por toda Europa Oriental, el Báltico y los Balcanes, saquearon los recursos nacionales y se apropiaron de las economías desnacionalizadas. 

Las élites con sede en EE.UU. dominaron el régimen vasallo de Boris Yeltsin y despojaron virtualmente a Rusia de sus recursos y su riqueza. 

En alianza con los oligarcas gansteriles, hundieron su economía.

El régimen postsoviético de Yeltsin compitió en las elecciones, promovió la multiplicidad de partidos y presidió un país desolado, aislado y cada vez más rodeado; al menos la elección de Vladimir Putin sirvió para “descolonizar” el aparato del Estado y reconstruir parcialmente la economía y la sociedad.

Las negociaciones de paz de Ucrania

En 2014, un golpe de Estado violento patrocinado por Estados Unidos unió a fascistas, oligarcas, generales y simpatizantes de la UE, que tomaron en control de Kiev y de la parte occidental de Ucrania. Las regiones orientales pro-democracia de Donbas y la península de Crimea organizaron la resistencia al régimen golpista. 

Crimea votó unánimemente la unión con Rusia. 

Los centros industriales del este de Ucrania (Donbas) formaron milicias populares para resistir a las fuerzas armadas y los paramilitares neonazis de la junta respaldada por EE.UU. 

Después de unos años de caos y habiendo llegado a una situación de punto muerto, se inició un “proceso de negociación” que no impidió que el régimen de Kiev continuara atacando al Donbas. 

El “intento de paz” se convirtió en la base del “Acuerdo de Minsk”, negociado por Francia, Rusia y Alemania, mediante el cual la junta de Kiev pretendía el desarme del movimiento de resistencia, la reocupación del Donbas y de Crimea y la eventual destrucción de la autonomía cultural, política, económica y militar del este de Ucrania, de mayoría étnica rusa. 

En consecuencia, el “Acuerdo de Minsk” ha sido poco más que un plan fracasado para lograr la rendición. 

Mientras tanto, el saqueo masivo de la economía de la nación perpetrado por la junta de Kiev ha convertido Ucrania en un Estado fallido en el que 2,5 millones de habitantes se han trasladado a Rusia y muchos otros miles han emigrado a Occidente a cavar patatas en Polonia o se han incorporado a los burdeles de Londres y Tel Aviv. 

La juventud desempleada restante ha quedado con la sola opción de vender sus servicios a las tropas de choque de los paramilitares fascistas de Kiev.

Colombia: ¿Acuerdo de paz o cementerio?

Si examinamos sus encarnaciones pasadas y la experiencia presente, resulta prematuro celebrar el “acuerdo de paz” de las FARC colombianas y el presidente Santos.

En las últimas cuatro décadas, los regímenes oligárquicos colombianos, apoyados por el ejército, los escuadrones de la muerte y Washington han convocado innumerables “comisiones de paz”, inaugurado negociaciones con las FARC y procedido a romperlas para relanzar guerras a gran escala, utilizando los “acuerdos de paz” como un pretexto para diezmar y desmoralizar a los activistas políticos.

En 1984, el que era presidente Belisario Betancourt firmó un acuerdo de paz con las FARC conocido como el “Acuerdo Uribe” por el cual miles de activistas y simpatizantes de las FARC se desmovilizaron, fundaron un partido legal, la Unión Patriótica (UP), y entraron en el juego electoral. 

En las elecciones de 1986, candidatos de la UP fueron elegidos senadores, congresistas, alcaldes y concejales y su candidato presidencial consiguió más del 20% del voto nacional. 

En los siguientes cuatro años, de 1986 a 1989, más de 5.000 dirigentes, cargos electos y candidatos presidenciales de la UP fueron asesinados en una campaña nacional de terror. 

Decenas de miles de campesinos, trabajadores del petróleo y jornaleros de las plantaciones fueron asesinados, torturados y empujados al exilio. 

Los escuadrones paramilitares de la muerte y los ejércitos privados de los terratenientes, aliados con las Fuerzas Armadas de Colombia, asesinaron a miles de líderes sindicales, periodistas, trabajadores y familiares. 

La “estrategia paramilitar” del ejército contra no combatientes y civiles de las aldeas había sido desarrollada en los sesenta por el general del ejército estadounidense William Yarborough, comandante del centro especial de la guerra del ejército estadounidense y creador de las fuerzas especiales conocidas como “boinas verdes”.

A los cinco años de su creación, la Unión Patriótica había desaparecido: sus miembros supervivientes se habían exiliado o pasado a la clandestinidad.

En 1990, el recién elegido presidente César Gaviria proclamó el inicio de nuevas negociaciones de paz con las FARC. 

A los pocos meses de su anuncio, el presidente ordenó el bombardeo de la “Casa Verde”, donde se alojaban dirigentes de las FARC y un equipo negociador. 

Afortunadamente, pudieron escapar antes del ataque traicionero.

El presidente Andrés Pastrana (1998-2001) demandó nuevas negociaciones de paz con las FARC que se llevarían a cabo “en una zona desmilitarizada”. Las conversaciones se iniciaron en la región selvática de El Caguan en noviembre de 1998. 

El presidente Pastrana había negociado con las FARC y activistas sociales numerosas promesas, concesiones y reformas pero, al mismo tiempo, había firmado un acuerdo multimillonario de ayuda militar por diez años con el presidente Clinton, conocido como “Plan Colombia”. 

Esta práctica de “dobles relaciones” culminó con el inicio por parte de las Fuerzas Armadas de Colombia de una “política de tierra quemada” contra las “zonas desmilitarizadas” bajo el recién elegido presidente Álvaro Uribe, relacionado con los escuadrones de la muerte. 

A lo largo de los siguientes ocho años, el presidente Uribe empujó al exilio interno a cerca de cuatro millones de campesinos colombianos. 

Gracias a la financiación de cientos de miles de millones por parte de Washington, Uribe pudo duplicar el volumen de las fuerzas armadas hasta superar los 350.000 hombres, a la vez que incorporaba a miembros de los escuadrones de la muerte al ejército. Asimismo, supervisó la formación de nuevos grupos paramilitares. 

Hacia 2010, el número de guerrilleros de las FARC había descendido de 18.000 combatientes a menos de 10.000, se habían producido cientos de bajas civiles y millones de personas perdieron su hogar.

En 2010, el antiguo ministro de defensa de Uribe, Juan Manuel Santos, fue elegido presidente. 

En 2012, Santos inició otro “proceso de paz” con las FARC, que fue firmado finalmente a finales de 2016. 

Según este nuevo acuerdo negociado en Cuba, cientos de oficiales implicados en torturas, asesinatos y desplazamientos forzosos de campesinos recibirían inmunidad mientras que las guerrillas de las FARC tendrían que enfrentarse a juicio. 

El gobierno prometió la reforma agraria y el derecho al retorno a los campesinos desplazados y sus familias. 

No obstante, cuando los campesinos regresaban para reclamar sus tierras, eran expulsados o incluso asesinados.

Los dirigentes de las FARC aceptaron la desmovilización y el desarme unilateral que tendría que realizarse en junio de 2017. 

El ejército y sus aliados paramilitares conservarían sus armas y obtendrían el control total sobre las zonas previamente liberadas por las FARC.

El presidente Santos aseguró que el “acuerdo de paz” incluiría una serie de decretos presidenciales para privatizar los recursos minerales y petroleros del país y convertir las pequeñas granjas familiares en plantaciones para la agroexportación. 

A los campesinos-rebeldes desmovilizados se les ofreció parcelas de tierra yerma y marginal, sin recibir apoyo del gobierno ni fondos para carreteras, aperos, semillas, fertilizantes, ni siquiera para construir las escuelas o viviendas necesarias para la transición. 

Aunque algunos de los líderes de las FARC obtuvieron escaños en el Congreso y la libertad para presentarse a las elecciones sin ser hostigados, las bases jóvenes de la guerrilla y los campesinos quedaban sin muchas alternativas, a no ser la de unirse a los paramilitares o las bandas de narcotráfico.

En resumen, este repaso histórico demuestra que sucesivos presidentes y regímenes colombianos han violado sistemáticamente todos los acuerdos de paz, asesinado a los rebeldes firmantes y mantenido el control de la economía y la mano de obra por parte de las élites. 

Antes de la actual elección, Santos presidió la década más letal siendo ministro de defensa con Uribe.

Por su intermediación para lograr la paz de los cementerios para decenas de miles de campesinos y activistas colombianos, el presidente Santos fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz.

En la Habana, los líderes y negociadores de las FARC recibieron los elogios del presidente cubano Raúl Castro, el presidente Obama, el presidente Maduro de Venezuela y la gran mayoría de “progresistas“ y derechistas de Norteamérica, Sudamérica y Europa.

La sangrienta historia de Colombia, con sus asesinatos generalizados de activistas por los derechos humanos y líderes campesinos, ha continuado incluso cuando se estaban firmando los documentos que señalaban el Acuerdo de Paz. 

Durante el primer mes de 2017, los escuadrones de la muerte, vinculados a la oligarquía y el ejército, asesinaron a cinco activistas por los derechos humanos. 

En 2015, cuando las FARC negociaban varias clausulas del acuerdo, más de 120 campesinos y activistas fueron asesinados por los grupos paramilitares que continuaban actuando libremente en zonas controladas por el ejército de Santos. 

La maquinaria propagandística de los medios de comunicación de masas continúa repitiendo la mentira de que “más de 200.000 personas perdieron la vida a manos de la guerrilla y el ejército”, cuando la inmensa mayoría de los asesinatos fueron cometidos por el gobierno y sus aliados, los escuadrones de la muerte; una calumnia que los líderes guerrilleros no han sabido desmontar. 

El prominente investigador jesuita Javier Giraldo ha documentado minuciosamente el hecho de que más de tres cuartas partes de dichas muertes fueron obra del ejército y los paramilitares.

Se nos pide que creamos que los regímenes presidenciales que han asesinado y continúan asesinando a más de 150.000 trabajadores, campesinos, líderes indígenas y profesionales colombianos se han convertido de un día para otro en socios amantes de la justicia para conseguir la paz. 

En los tres primeros meses de este año, activistas defensores del acuerdo de paz con las FARC siguen siendo el objetivo y siguen siendo asesinados por los paramilitares supuestamente desmovilizados.

Los líderes de los movimientos sociales denuncian un aumento de la violencia por parte de las fuerzas del ejército y sus aliados. 

Incluso los monitores de los acuerdos de paz y la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos admiten que la violencia estatal y paramilitar está destruyendo cualquier estructura pensada por el presidente Santos para implementar las reformas. 

A medida que las FARC se retiran de las regiones bajo control popular, los campesinos que pretenden acogerse a la reforma agraria se convierten en objetivo de los ejércitos privados. 

El régimen de Santos está más interesado en proteger las apropiaciones masivas de tierras de los grandes consorcios mineros.

Mientras los asesinatos de partidarios de las FARC y activistas de derechos humanos se multiplican, mientras el presidente Santos y Washington intentan aprovecharse de una guerrilla desarmada y desmovilizada, el “histórico acuerdo de paz” se convierte en un gran engaño diseñado para expandir el poder imperial.

Conclusión: Epitafio para los acuerdos de paz

Una y otra vez, en todo el mundo, las negociaciones y los acuerdos de paz orquestados por el Imperio han tenido un solo objetivo: desarmar, desmovilizar, derrotar y desmoralizar a los luchadores de la resistencia y a sus aliados.

Los “acuerdos de paz”, tal y como los conocemos, sirven para rearmar y reagrupar a las fuerzas respaldadas por Estados Unidos tras los contratiempos tácticos de la lucha de guerrillas. 

Su objetivo es dividir a la oposición (la llamada “táctica del salami”) y facilitar la conquista. 

La retórica de paz utilizada en estas “negociaciones de paz” significa básicamente el “desarme unilateral” de los luchadores de la resistencia, la rendición del territorio y el abandono de los simpatizantes civiles. 

Las denominadas “zonas de guerra”, que contienen tierras fértiles y valiosas reservas minerales, se “pacifican” siendo absorbidas por el régimen “amante de la paz”. 

Ello contribuye a sus programas de privatización y a la promoción del saqueo por parte del “Estado desarrollista”. 

Los arreglos de paz negociados están supervisados por las autoridades estadounidenses, que elogian y loan a los líderes rebeldes cuando firman los acuerdos que serán implementados por regímenes vasallos del poder imperial… 

Este último se asegurará de que no se produzca ningún realineamiento en política exterior ni ningún cambio estructural socioeconómico.

Algunos acuerdos de paz permiten que los antiguos dirigentes guerrilleros compitan y en algunos casos ganen elecciones como representantes marginales, mientras su base de apoyo es diezmada.

En la mayor parte de los casos, durante el proceso y especialmente tras la firma del “acuerdo de paz”, las organizaciones y movimientos sociales y sus seguidores del campesinado y la clase trabajadora, así como los activistas por los derechos humanos, acaban siendo objetivo a abatir por el ejército y los escuadrones de la muerte paramilitares que operan en connivencia con las bases militares del gobierno.

Con frecuencia, los aliados internacionales de los movimientos de resistencia les han animado a negociar acuerdos de paz para demostrar a Estados Unidos que son responsables, con la esperanza de de mejorar las relaciones diplomáticas y comerciales.

No hace falta decir que las “negociaciones responsables” simplemente servirán para reforzar la determinación del poder imperial para presionar futuras concesiones y estimular agresiones militares y nuevas conquistas.

Los “acuerdos de paz” justos se basan en el desarme mutuo, el reconocimiento de la autonomía territorial y la autoridad de la administración insurgente local sobre las reformas agrarias acordadas, al tiempo que mantienen los derechos sobre los recursos minerales y el control de la seguridad militar-pública.

Los acuerdos de paz deberían ser el primer paso de una agenda política implementada bajo el control del ejército rebelde independiente y monitores civiles.

El desastroso resultado del desarme unilateral es producto de la no implementación de una política exterior y cambios estructurales progresistas e independientes.

Las negociaciones de paz presentes y pasadas, basadas en el reconocimiento de la soberanía de un Estado independiente vinculado a los movimientos de masas, siempre han terminado con Estados Unidos rompiendo los acuerdos. 

Los genuinos “acuerdos de paz” son contrarios a la meta imperial de conquistar mediante la mesa negociadora lo que no pudieron ganar mediante la guerra.

James Petras
Sociólogo estadounidense conocido por sus estudios sobre el imperialismo, la lucha de clases y los conflictos latinoamericanos.

Artículo original en inglés:


Traducido por Paco Muñoz de Bustillo para Rebelión.net


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Si nos han de robar, 
que sean otros y no los mismos de siempre

Si como votantes, no nos escuchan
como consumidores, lo harán
boicoetemos sus empresas.
Llevamos las de ganar. 

Como acabar con la ESTAFA de las ELÉCTRICAS... de una puta vez pasando de los Vendepatrias del Bipartidismo

Ante el robo continuo y escandaloso por parte de las eléctricas y sus abusos en el recibo de la luz
propongo... 
actuar todos unidos como consumidores
contratando TODOS 
o en su defecto una gran mayoría,
  otra compañia eléctrica que no sea ninguna de estas dos (ENDESA - IBERDROLA) y cambiarnos a otra cualquiera de las muchas ofertas que existen hoy en día.

De tal forma que no les quede otra a las grandes que plegarse a nuestras demandas de una tarifa más justa y mucho más barata
o atenerse a las consecuencias 
de seguir con su estafa.

En nuestra mano está que siga este robo o cortar por lo sano para que no nos sigan mangoneando

ARMAK de ODELOT

Canción del Indignado Global

(solo pá Mentes preclaras 

libres de Polvo y Cargas)

Si me han de matar que sea,
 un Trump que de frente va

  no un Obama traicionero, 

que me venga por detrás.


Éstos del bipartidismo, 

a nadie ya se la dan

Tanto monta, monta tanto,

ser sociata o liberal.


Que harto me tienen sus cuentos, 

de crisis y guerras sin más

Cuando no hay bandera que tape, 

la ansia de un criminal.


Daños colaterales son, 

inocentes masacrar

si lo hiciéramos con ellos, 

no habría ni una guerra más.


Por eso pasa que pasa, 

que nadie se alista ya

a no ser que la CIA pague,
 
como al ISIS del MOSAD


A mí, que nunca me busquen, 

ni me llamen pá luchar.

Que yo no mato por nadie. 

Yo mato por no matar.


La paz de los cementerios 

es la paz del capital

Si soy rojo es porque quiero, 

en vida, vivir en paz.


Hoy tan solo mata el hambre, 

del rico por tener más 

Con el cómplice silencio, 

de toítos los demás.


Que preferimos taparnos, 

los ojos pá no pensar

O mirar pá otro lado, 

pensando que el mal se irá.


Creer que lo que a otro pasa, 

no nos tiene que importar.

Cá palo aguante su vela, 

repetimos sin cesar.


Éste es el mantra egoísta 

que rula por la sociedad

como si lo que le pase a otro, 

no te pueda a tí pasar


Más todo, cuán boomerang vuelve, 

al sitio de donde partió

y tal vez ocupes mañana, 

el sitio que otro dejó.


Mil pobres ceban a un rico, 

otros mil le dan jornal,

y otros cuantos dan su vida 

porque todo siga igual. 


Que no me coman la oreja, 

que no me creo ya ná

de sus guerras, sus estafas, 

ni su calentamiento global


Tan solo vuestras mentiras, 

esconden una verdad

que unos pocos están arriba 

y abajo tós los demás.


Da igual que seas ateo, 

cristiano o musulmán.

Solo los elegidos, 

el paraíso verán.


Hay medios alternativos, 

amarillos muchos más.

Unos más rojos que otros. 

Los menos, de radikal.


Más todos tienen su cosa, 

y a todos hay que hojear

Que comparando se tiene 

opinión más general.


Qué de tó aprende uno. 

Nadie tiene la verdad.

Ser más papista que el Papa, 

no es garantía de ná.


Solo creo en lo que veo, 

díjome santo Tomás, 

que el que a ciegas se conduce, 

no para de tropezar.


Y al enemigo, ni agua, 

ni nunca contemporizar

No dudes, tarde o temprano, 

siempre te la jugará.


No hay que seguir a nadie 

y a todos hay que escuchar.

Si tu conciencia te guía, 

de nada te arrepentirás.


Dá gusto ver a los ricos, 

pegarse por serlo más

mientras en eso se hallen, 

quizás nos dejen en paz.


Si te crees o no sus mentiras, 

a ellos les dá igual.

Con tomarlas por veraces, 

les basta para actuar. 


Que no me cuenten más cuentos, 

que tós me los sé yo ya.

Se demoniza a cualquiera

que no se deje robar.



No basta con ser un santo, 

sino ser de"su santoral"

Como la cojan contigo, 

no te valdrá ni el rezar.


Pensamiento único llaman. 

Anteojeras pá no pensar

más que en la zanahoria. 

El palo irá por detrás.


Si no crees en lo dictado, 

anti-sistema serás

Y por mucho bien que hagas, 

te van a demonizar.


Que no me coman la oreja, 

que a mí, no me la dan.

Que me sé todos sus cuentos 

y también, cada final.


Si de cañon, quieren carne, 

pál matadero llevar

que busquen a otro tonto, 

que este tonto no va más



No se ha visto en tóa la historia, 

otra estafa sin igual.

Que la madre tóas las crisis, 

que creó el capital


Y cuando tan ricamente, 

uno estaba en su sofá

Relajado y a cubierto, 

de inclemencias y demás,


te cortan sin previo aviso

el grifo de tu maná. 


Y te dejan sin tus sueños,
 
sin trabajo y sin hogar


y pá colmo y regodeo 

de propios y extraños, van

y te dicen como aviso

que al rojo no hay que escuchar


que son peores que el lobo,

del cuento y mucho más

y que si vas y los votas

toíto te lo robarán.



Si como votantes, no nos escuchan

como consumidores lo harán.

Boicoetemos sus empresas

Llevamos las de ganar. 


Si no queda más remedio

que dejarnos de robar

que sea otro y no el de siempre

tal vez así, aprenderá


No hay pan pá tanto chorizo,

dicen, cuando lo que sobra es pan.

Lo que no hay es un par de huevos
 
pá que no nos choriceen más.


Resultado de imagen de eladio fernandez refugiados suecia

Ellos tienen de tó

los demás, cuasi-de-ná

mas ellos son cuatro mierdas

y nosotros sémos más.


La próxima revolución 

contra las corporaciones será

y si ésta no se gana 

no habrá ninguna ya más.

Quien sepa entender que entienda

lo que digo es pá mascar

despacio y con buena conciencia.

Mi tiempo no dá... pá más


Armak de Odelot


Dicen: 

No será televisada, 

la próxima revolución.

Más como nadie se fía 

de lo que se nos dice hoy en día,

pasamos los días enteros, 

tumbados en el sofá

delante la caja tonta,

 por no perder el momento
del pase de la procesión 
que tós llevamos por dentro